2012-09-08

La red. Aglomeración de párrafos con pretensión de cuento en varias entregas (mientras me de el cuero).

Parte I
 Se incorporó de un salto en la cama y posó su mirada por primera vez en los ojos de ella. Era la primera vez que se dignaba a hacerlo de manera consciente en toda la noche y, probablemente, también era la primera vez en esos diez años que habían pasado.
Un repentino mareo le recordó qué hacía allí, despierto y tumbado e un lecho al cual no sabía cómo había llegado. Probablemente ya eran las 6 de la mañana del sábado (podría haber sido domingo... no tenía una correcta noción del tiempo entonces, los sucesos se habían precipitado y lo que en otros tiempos eran minutos hoy podían ser siglos) y eso significaba que habían pasado en vela al menos una noche entera.
La catarata de recuerdos golpeó detrás de su sien -el mareo recurrente, las botellas vacías como prueba de su origen, la catarata de recuerdos haciendo bulla detrás de su sien, unas manos finas y blancas en su rostro, como si intentaran leerlo, saber qué sentimientos querría expresar y la catarata que buscaba convertirse en río y fluir en orden y con ritmo entre sus ojos.
Quiso buscar explicación (justificación, tal vez, pero es improbable. Sentir culpa no era su fuerte) a los sucesos de la noche que se escurría por debajo de la puerta en el torrente de ácido que corría ahora por sus venas. ¿Por las venas de ambos...? Quizás hasta hayan tomado de la misma copa, pero ni siquiera la había besado y tampoco a eso le encontraba explicación. Era inútil.
El alcohol puede avivar el incendio pero no provocarlo.
La chispa que lo inició había que buscarla en esos diez años pasados desde la primera vez. No faltaban razones para creer que todo aquel juego inocente, que era la causa de que ese río etílico hoy ardiera, consumiendo todo a su paso, había sido fríamente calculado y deseado con un verdadero anhelo por sus mentes durante tanto tiempo. 
Sin que el otro lo supiera, cada cual había tejido una fina tela de araña. Una trampa letal, cuyo único objetivo era darse caza mutuamente. Pero, sin salir a atacarse jamás, ese juego sutil parecía volverse sin sentido. A veces, otras presas caían y la trampa dejaba de tejerse por un corto tiempo. Pero, tan pronto como era posible, la víctima se liberaba y era momento de volver a empezar.
Hasta que pasó lo que debía, claro está. Ningún desván es infinito y las telarañas necesitan un espacio también. Las redes se encontraron, los tejedores se vieron incapaces de proseguir con la silenciosa tarea como la habían desarrollado hasta entonces y sin alternativa más que entrelazar las sedas, ciñendo sobre ellos una única trampa que se los terminaría devorando a ambos si no se apresuraban.
Y el fuego, que ya se alzaba sobre ellos.
El silencioso deslizarse de un suave brazo cabe sus hombros tensos y el tibio aliento que alcanzaba su nuca lo volvieron a la realidad. No había desván ni arañas, pero los restos oxidados del alcohol entre las sábanas revueltas advertían que la trampa y las llamas que amenazaban con calcinarlos eran tan reales como la delicada voz que le pedía un abrazo mientras que esos níveos dedos seguían descifrando el mensaje en su semblante, buscando con ansias los labios desconocidos, impotentes.
Volteó su cuerpo y le brindó un abrazo mecánico, casi indiferente. Tantos años tejiendo la red que la araña ya se había olvidado cómo clavar el aguijón...

 [Para ser continuado]

Desde mi escritorio en casa, escuchando: Serú Girán - Peperina
"Tengo el corazón abierto, todo el mundo puede ver un camino para correr. Tengo el alma en un desierto, todo el mundo puede ser un camino para crecer. Todo el mundo dice que mi amor es en vano y que llevo siglos esperando nacer..."